Publicado originalmente en Revista Mercado el 20-09-2019
Un gran alboroto y controversia se ha dado entre políticos, empresarios y analistas respecto al convenio anunciado entre el Mercosur y la Unión Europea. No, no es en el seno del Mercosur donde se han suscitado las tensiones propias de la región, sino en el mismísimo viejo continente.
Aunque la Unión Europea tiene mecanismos de consenso mucho más articulados que el Mercosur, París ha puesto el grito en el cielo impulsado por los ganaderos y agricultores de dicho país y estuvo a punto de hacer caer el entendimiento, torciendo de paso la voluntad de Berlín. A toda prisa Madrid salió a conciliar y aglutinar el consenso necesario para lograr la declaración del principio de entendimiento. Y es que Pedro Sanchez, quien por cierto tiene todos los frentes abiertos contra su investidura de gobierno como presidente tras ser rechazado el pasado 25 de julio por aliados y contrarios, se equilibra entre halagos y conflictos mientras busca que España pueda retomar su posición histórica en los negocios de Latinoamérica, oportunidad que este acuerdo politemático le ofrece para revertir su deficitaria balanza comercial desde hace veinte años con el bloque regional que en 2018 llegó a los casi 3.000 millones de euros.
Exportaciones e importaciones de España con Mercosur 1998-2018 en millones de euros

A pesar de esto, la comunidad valenciana es una de las que más ha expresado sus reclamos y preocupaciones en la propia asamblea de investidura de gobierno. Los representantes citrícolas ven con desagrado la posible ola importadora de jugos (zumos) de fruta de Brasil, quien ya ha hecho pie en el país, y amenaza con avanzar hacia el resto del continente al cual España le comercia más de 3.200 millones de euros. De todas formas el bajo peso de la actividad primaria en el total de la economía ibérica, cuyo PBI son tres cuartas partes servicios, hace que desde el mismo sector reconozcan que su reclamación termine solo en un derecho a queja. No está tan claro que igual situación vaya a suceder con los campesinos francos. Es que si Bruselas avanzara en la aprobación del memorándum en el parlamento europeo antes de fines de 2020, como está previsto, no es surrealista pensar un tractorazo en las calles parisinas además de los ya clásicos chalecos amarillos. De hecho, al momento de escribir este artículo la región de Bretaña entre otras habían ya realizado manifestaciones, bosta de vaca contra la prefectura incluida.
En la otra vereda, el País vasco no puede estar más complacido. La Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC), quienes reconocen haber sido uno de los principales impulsores del acuerdo, espera quintuplicar su exportación que, según su memoria anual, en 2018 comercializó 11.418 vehículos hacia el bloque sudamericano mientras que, por caso, en Estados Unidos esa cifra ascendió a 31.407, en Chile a 17.445 y en Corea del Sur a 6.930.
Las disputas y consensos son claros: aumentar la diversificación de productos manufacturados (especialmente automotriz) para generar mayor empleo y mejorar las cuentas fiscales, mientras se buscan nuevos mercados y soluciones para la reducción del impacto del mercado más castigado y vulnerable (el agrícola).
Exportaciones de España al Mercosur 2018 en millones de euros

Y es que si observamos las exportaciones españolas hacia el Mercosur se centran en bienes industriales con valor agregado (semimanufacturas y bienes de equipo), representando en 2018 el 60% de los casi 4.100 millones de euros; de los más de 7.000 millones de las importaciones el 85% son materias primas, alimentos y energía.
Importaciones de España desde el Mercosur 2018 en millones de euros

Amenazas y oportunidades
Europa en conjunto estima que el ahorro con este convenio sería de U$S 4.500 millones; el Mercosur, U$S 400, siendo el principal motivo de la diferencia la baja del 35% del arancel en automóviles y el 14% al 18% en autopartes que hoy mantiene el Mercosur y beneficia principalmente a Brasil, pero también a Argentina por el nivel de integración y complementariedad que este sector posee, siendo el más dinámico, sino el único del bloque regional.
En 2018 Brasil ocupó el octavo lugar en producción de vehículos seguido por España y Francia, según datos de la ANFAC. Dentro del bloque de los veintisiete ocupan el segundo y tercer lugar respectivamente, solo superado por Alemania, que duplica a España en producción. Los tres países produjeron más de 10.2 millones de vehículos, mientras que el Mercosur apenas llegó a los 3.3 millones Es decir solo un tercio, del cual casi 90% correspondió a Brasil. Sin embargo, debido a los aranceles, al bloque solo llegó el 0,5% de la producción europea. No obstante, las exportaciones automotrices extra-bloque representaron apenas el 3% del total de su comercio y según la Asociación de Fabricantes de Automotores de Argentina (ADEFA) en 2017 el 65% de las exportaciones de este país para el segmento en cuestión fueron a Brasil, mientras que un 17% al resto de Suramérica, por lo que el 82% del comercio automotor se mantiene en la región; Brasil exportó el 71% a Argentina, totalizando igual guarismos para el subcontinente que Argentina.
En este sentido, siendo un sector tan relevante para las economías domésticas, cabe pensar si no es momento que la industria consolide su posición y cierre filas a nivel regional incrementando la inversión y exportación al resto del continente, así como a mercados transcontinentales. Un consorcio de exportación México-Brasil-Argentina podría brindar economías de escalas y diferencial competitivo a la vez que fortalecer vínculos entre sus miembros convirtiendo al mismo en el cuarto productor mundial después de China, Estados Unidos y Japón.
Es importante destacar la potencialidad de incluir en la cadena de valor a la economía naranja a través del encadenamiento con el diseño e innovación, no solo para la propia industria, sino también como una oportunidad de provisión a la economía española.
En un mundo globalizado y en constante tensión entre países, bloques, e intereses sectoriales, la gestión de los mismos para la obtención de los máximos beneficios y el desarrollo de cada nación es sin duda alguna la clave de éxito en momentos donde ni los parlamentos (cuatro del Mercosur que están en condiciones de votar y 27 por parte de la Unión Europea), ni los diversos sectores al interior de cada nación, han terminado de definir las negociaciones pertinentes en cuanto a plazos y apoyos para la mejora competitiva.
El memorándum de entendimiento entre el Mercosur y la Unión Europea, el cual ha llegado hasta aquí en gran medida por las gestiones españolas, es un proyecto multidimensional en el campo no solo del comercio, sino también del financiero, patentes y propiedad intelectual, legislación laboral y tecnología entre otros que amerita un replanteo de parte de las industrias de bienes y servicios en cuanto a su estrategia de integración regional y negociación colectiva ante esta posible nueva competencia. Incluir los conceptos de economía creativa y bienes culturales es crucial para Latinoamerica.
Así como en el viejo continente los Fondos Europeos Agrícolas de Desarrollo Rural buscaron mejorar la competitividad del sector, Mercosur necesita de forma urgente, coordinada, y activa planificar los apoyos técnicos y económicos para el desarrollo de una industria de bienes y servicios con foco en el conocimiento y la internacionalización.
Se trata entonces de fortalecer acuerdos de cooperación y negociación que el Mercosur ha sabido impulsar cuando trabajó en forma coordinada y con visión propia. Al fin y al cabo las discusiones a uno y otro lado del atlántico son las mismas. La diferencia radicar en cómo gestionarlas en pos de acrecentar nuestras industrias y hacerlas mucho más competitivas en pos de la generación de mayor bienestar económico para la región.
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